martes, 26 de marzo de 2013

INJUSTO

Entender el significado de la palabra injusto se puede abordar desde varias perspectivas, jurídica, política, lingüística y filosófica. En cualquier caso, el contexto del análisis son las relaciones humanas, relaciones sociales que faciliten la convivencia en cada momento del tiempo, puesto que la estructura de las relaciones humanas y sociales ha ido transformándose a lo largo de la historia. En la actualidad, las leyes son promulgadas con retraso para corregir y regular situaciones no deseadas o que son necesarias para mantener una sociedad pacífica, pero nunca las leyes transforman las relaciones sociales, sino que se adaptan a los requerimientos de las instituciones, corporaciones, personas o de otros estados. Así, la justicia, como lo justo, no busca ni pretende evitar injusticias, ya que está configurada para interpretar y conseguir la perfección de las palabras. Lo injusto será condenar y castigar a quien no lo merece y no condenar a quien lo merece, de acuerdo al marco jurídico imperante.
En el plano político, lo injusto deviene por no asumir responsabilidades quienes teniéndolas, se escudan en la negación y el silencio, derivado de la inoperancia de la justicia. La falta de credibilidad de los responsables políticos unido al permisivo sistema jurídico que los ampara y de la falta de respuesta de los ciudadanos ante las clamorosas situaciones generadas por el sistema político en su conjunto, son constituyentes  de lo injusto.
Lo injusto está definido como lo no justo o equitativo, dejando en la inconcreción este último concepto, apelando a la justicia natural o al sentido del deber o de la conciencia. Justamente, esta definición pretende beber de las fuentes de la filosofía, con la imposibilidad de plasmar los discurso y corrientes que con los esfuerzos de tantos pensadores a lo largo de los siglos han sido incapaces de concretar una explicación de lo injusto.
Como espectador y actor a la vez del papel de injusto, hacerse merecedor de él, supone en el marco de las relaciones humanas, fijar de forma razonable en cada momento del tiempo, los parámetros generales como  paradigma y dejar que cada individuo de manera subjetiva asuma la responsabilidad derivada de las acciones que realice, que se salgan del paradigma general y de sus intenciones particulares. Catalogar como injusto a quien responda  a las acciones antes descritas no es más que una justificación incoherente  ante las consecuencias previstas y buscadas o no, del responsable de las acciones voluntarias. El desconocimiento de los efectos de una acción no puede eximirla de ser injusta por esta razón, ni siquiera suponiendo que tal acción nunca sería conocida.  El carácter biunívoco de la relación podría invertirla considerando la acción como injusta aunque la reacción también lo fuese. 
                                                                                          Simetría, 26 de marzo de 2013


sábado, 23 de marzo de 2013

DEMOCRACIA ECONÓMICA

Nada permanece, solo la muerte. Esta es la máxima para comprender que las relaciones económicas que actualmente guían la economía, ineludiblemente van a cambiar; pero lo que no se es cuándo va a suceder, por lo que no dispongo de ventaja alguna para forzar su cambio, a pesar de que son necesarias acciones sociales que  paulatinamente lleven al cambio, como por ejemplo, las movilizaciones realizadas frente a los desahucios en el contexto político actual imperante en España. Los términos fijados y aceptados por la mayoría relativos a la democracia son hoy el freno que ralentiza el largo proceso de cambios que superarán el actual sistema económico. Conformarse con la democracia, entendida como un hombre un  voto, - una mujer un voto, por recordar cuando no era así-, supone aceptar la existencia de las desigualdades existentes en nuestra sociedad y en el mundo.       ¿ Por qué aceptamos que un hombre valga un voto y por tanto  que todos sean iguales y en cambio el valor de su trabajo sea distinto? El desequilibrio de la balanza solo podrá desaparecer cuando sus componentes sumados la equilibren, teniendo en cuenta que el valor de una persona lo conforman su función social que no solo ha de incluir la retribución de su trabajo, sino todo aquello que aporte a la sociedad en formas que hoy no se están aceptadas, ni menos aún, valoradas.
La certeza histórica que cada vez nos acercamos más a una sociedad igualitaria, a pesar de estar muy lejos de ella,  es lo que me hace creer que todos los cambios que se vayan  produciendo lo serán en el sentido de la búsqueda de la igualdad, entendida no como identidad sino como sumatorio de los valores aportados a la sociedad. Y entre los rasgos de una sociedad igualitaria estará la aproximación en términos económicos de la retribución de la función social de cada persona; en el estadio en que nos encontramos, la forma de realizarlo viene de la regulación por parte del Estado, de estos extremos, a pesar del tira y afloja del  nivel de intervención atribuible al Estado, según los vientos económicos que acompañan a los partidos políticos en sus tareas de gobierno.  De lo que pueda sonar la existencia de un salario máximo interprofesional o de un beneficio máximo empresarial, dependerá la velocidad por la que pasaremos a la siguiente fase del camino hacia una sociedad igualitaria: empecemos.
                                                                                                           Simetría, marzo 2013