sábado, 23 de marzo de 2013

DEMOCRACIA ECONÓMICA

Nada permanece, solo la muerte. Esta es la máxima para comprender que las relaciones económicas que actualmente guían la economía, ineludiblemente van a cambiar; pero lo que no se es cuándo va a suceder, por lo que no dispongo de ventaja alguna para forzar su cambio, a pesar de que son necesarias acciones sociales que  paulatinamente lleven al cambio, como por ejemplo, las movilizaciones realizadas frente a los desahucios en el contexto político actual imperante en España. Los términos fijados y aceptados por la mayoría relativos a la democracia son hoy el freno que ralentiza el largo proceso de cambios que superarán el actual sistema económico. Conformarse con la democracia, entendida como un hombre un  voto, - una mujer un voto, por recordar cuando no era así-, supone aceptar la existencia de las desigualdades existentes en nuestra sociedad y en el mundo.       ¿ Por qué aceptamos que un hombre valga un voto y por tanto  que todos sean iguales y en cambio el valor de su trabajo sea distinto? El desequilibrio de la balanza solo podrá desaparecer cuando sus componentes sumados la equilibren, teniendo en cuenta que el valor de una persona lo conforman su función social que no solo ha de incluir la retribución de su trabajo, sino todo aquello que aporte a la sociedad en formas que hoy no se están aceptadas, ni menos aún, valoradas.
La certeza histórica que cada vez nos acercamos más a una sociedad igualitaria, a pesar de estar muy lejos de ella,  es lo que me hace creer que todos los cambios que se vayan  produciendo lo serán en el sentido de la búsqueda de la igualdad, entendida no como identidad sino como sumatorio de los valores aportados a la sociedad. Y entre los rasgos de una sociedad igualitaria estará la aproximación en términos económicos de la retribución de la función social de cada persona; en el estadio en que nos encontramos, la forma de realizarlo viene de la regulación por parte del Estado, de estos extremos, a pesar del tira y afloja del  nivel de intervención atribuible al Estado, según los vientos económicos que acompañan a los partidos políticos en sus tareas de gobierno.  De lo que pueda sonar la existencia de un salario máximo interprofesional o de un beneficio máximo empresarial, dependerá la velocidad por la que pasaremos a la siguiente fase del camino hacia una sociedad igualitaria: empecemos.
                                                                                                           Simetría, marzo 2013
 

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